No siempre se ve. No siempre se cuantifica. Pero siempre se paga.
En todo sistema industrial, desde una línea de envasado hasta una planta de proceso químico, la calidad de la filtración impacta de forma directa en la eficiencia, el mantenimiento y la seguridad. Y, sin embargo, sigue siendo uno de los aspectos más infravalorados en muchas instalaciones.
En Sistemiza lo vemos cada semana: filtros mal seleccionados, mantenimientos postergados, soluciones sobredimensionadas o —peor aún— productos sin certificación que acaban siendo más caros de lo que parecía. Porque cuando hablamos de filtración, el error no se paga al principio… se paga después.
El problema no es el filtro, es lo que no filtra
No hace falta una catástrofe. Basta con una acumulación de pequeñas ineficiencias:
- Una caída de presión que obliga a las bombas a trabajar más de la cuenta
- Un fluido mal depurado que degrada válvulas, sellos y sensores
- Un cartucho que no retiene lo prometido, y deja pasar partículas o humedad
- Un sistema que consume más energía por arrastre de sólidos
En apariencia, todo sigue funcionando. Pero por debajo, el sistema empieza a degradarse. Y cuando llega la parada imprevista, ya es tarde.
¿Dónde aparecen los costes?
Los más obvios son los que se pueden medir: sustitución de componentes, horas de intervención, producto no conforme. Pero hay otros que rara vez se reflejan en el balance contable:
- Mayor consumo eléctrico por falta de eficiencia hidráulica
- Incremento de purgas y vertidos por necesidad de limpieza
- Pérdida de trazabilidad por contaminación
- Retrasos por ajustes de última hora
Por eso en cada propuesta de filtración que entregamos incluimos algo más que un filtro: incluimos visión de sistema.
Casos reales, consecuencias reales
En una planta de tratamiento de biocombustible, la elección de un cartucho genérico para un separador coalescente provocó una caída de eficiencia del 40% en la recuperación del producto final. Coste estimado en 3 meses: más de 18.000 € en pérdidas por arrastre de agua y mantenimiento extra.
En una línea de aire comprimido de clase alimentaria, un sistema sin pruebas ISO permitió la entrada de humedad a las válvulas de control. Resultado: dos semanas de paradas intermitentes, revisión completa del sistema de control, y deterioro del aislamiento interno.
En ambos casos, el filtro estaba. Pero no era el filtro adecuado.

Lo barato cuesta más
El gran error es pensar que todos los filtros sirven. Que basta con mirar el tamaño o el caudal. Pero no es así.
Nuestros filtros de cesta sintética —por ejemplo— están diseñados para aplicaciones donde la eficiencia de separación llega hasta 0,01 micras, con medios filtrantes textiles, fibra de vidrio y soporte estructural compatible con fluidos agresivos. Los probamos según ISO12500-3 (eficiencia de partículas sólidas) e ISO12500-4 (agua coalescente), además de ensayos en aceite conforme a ISO 16889 y punto de burbuja según ISO 2942. Son filtros fabricados con rigor, pensados para durar, no para rellenar una línea en una hoja de Excel.
Trabajamos con estándares que otras marcas no ofrecen, y colaboramos con fabricantes reconocidos como Cleanova, Airpel, Dollinger, Allied Filters y Micronics en función de cada aplicación.
Desde nuestras soluciones en línea para filtración de líquidos agresivos, hasta sistemas autolimpiantes con tecnología Bernoulli, backflush o rascadores rotativos, pasando por filtros de aire, coalescentes o bolsa.
¿Por qué fallan los sistemas de filtrado?
Podríamos decir que hay tres grandes causas:
- Selección incorrecta del sistema, por desconocimiento del comportamiento del fluido, condiciones de entrada, presencia de sólidos o requisitos normativos.
- Componentes de baja calidad, sin certificación ni trazabilidad, que pierden eficiencia con el tiempo y fallan justo cuando más se necesitan.
- Ausencia de mantenimiento programado, que convierte un sistema de protección en un punto ciego del proceso.
Pero más allá de eso, hay una causa común: falta de cultura de proceso. La filtración se ve como un accesorio, no como una infraestructura crítica. Hasta que algo falla.
Invertir en filtración es invertir en continuidad
La solución no es gastar más. Es diseñar mejor.
En Sistemiza, cada sistema de filtración parte de un análisis integral del proceso. Consideramos el tipo de fluido, la presión y temperatura de operación, los contaminantes esperados, la compatibilidad de materiales, y las condiciones de servicio.
Desde una línea de agua para duchas de emergencia —como las que estamos desarrollando actualmente — hasta una red de filtrado multietapa para un lazo de aceite hidráulico, la clave está en entender que filtrar es decidir: decidir proteger, decidir optimizar, decidir garantizar.
Conclusión: todo empieza por un buen filtro
No existe proceso sin impurezas. Pero sí existen formas de detenerlas antes de que generen problemas.
Y ahí es donde entra el diseño, la ingeniería y la experiencia.
Una buena filtración es aquella que no notas que está ahí… porque todo fluye. Y cuando todo fluye, la producción no se detiene, los equipos duran más, y los costes se reducen.
Por eso, en cada proyecto, nos hacemos la misma pregunta:
¿Estamos filtrando lo suficiente… o solo lo justo?
